AUTORA: MARY ISABEL FLECHAS
Como cada noche el brillo de sus alas fulguraba imponente mirando de cara a la luna, contrastaba con la mirada agobiante de la pequeña presa que cenaba, a estas alturas no era excitante como en sus días de pichón, el teñir de sangre tibia, roja y brillante el verde del prado, para su alma fría era solo un acto solemne para vivir un día más en aquella constante lucha de supervivencia.
Una noche de esas hallase el águila frente a una rata de aspecto delgaducho, sin brillo en su mirada y ante el rostro frio de la muerte exclamo con llanto en los ojos: cómeme y acaba de un vez con mi sufrida vida, ante tal petición y siendo la primera vez que alguna comida le dijese: le pregunto: acaso estáis loca?
La mayoría de tus congéneres me rogaría de rodillas que no las comiese, que les perdonase la vida.
Y ella dijo; quizás, pero de donde vengo locura es preferible que ver los cuerpos pálidos, flacuchos, y somnolientos de mi familia caer al lado y lado de las casas de los humano, y tras algunos días donde la locura parece una pequeña medicina viene el desenlace la hediondez invade cada rincón de madrigueras, casas, no hay lugar donde esconderse hasta el aire parece susurrar la muerte al oído.
El águila de repente sintió que un extraño escozor recorría su piel y por un instante conoció el miedo.
Por ello he venido a morir a este valle donde al menos mi fin será de otra forma, ante tal declaración el águila soltase rápidamente a su presa y con repudio, y temor alzo el vuelo no si antes pensar que quizás en su ser yacía dormido la hediondez de la plaga que hacía meses cubría las campiñas de las casas de los humanos, y que tal vez por jugarretas del destino la muerte se le presentaba en aquella forma tan poderosa pero sin la ostentosa forma que siempre había concebido.
Mientras tanto la rata caminaba con una mirada perdida hacia el fondo del lago pensando en lo afortunada que se hubiese considerado en otra época mientras en cielo colocabanse nubarrones que anunciaban que la plaga esa noche se había extendido gracias al brillo de aquellas alas que surcaban en pos de un lecho
No hay comentarios:
Publicar un comentario